
El dijo ‘te quiero’, y la golpeó.
Ella no pudo pronunciar ni una sílaba ensangrentada,
pensar un sentimiento, enhenbrar una frase.
Responder tal muestra de amor.
Los hijos volverían del colegio, y no tendrían qué comer.
Los porotos alimentaron la alfombra y el suelo. De rabia.
Ella tragó espanto y devoró miseria,
mientras él, desde la puerta decidió volver.
Nadie vino a limpiar.
Nadie preguntó nada.
Cuando los porotos hicieron su declaración
de cómo él siguió expresándole su devoción,
ella ya era un número, en una lista,
de mujeres muertas de amor.
Ya van 13 en el año. Una por semana. Se suman un carabinero y un pariente que intentaron defenderlas. Pero el amor es más fuerte.
Y van a ser más.
Durante el año pasado, la lista llegó a más de 40, seis mil denuncias al año de golpes bajos fue el segundo plato. Las que no denunciaron, fueron el postre y no se sabe cuántas son. El anonimato siempre es el acompañamiento.
Ellos juraron quererlas, amarlas, respetarlas y ‘hasta que la muerte nos separe’. Parece que no entendieron que ya hay divorcio, si es que se querían separar de ellas.
Contradicciones de un país moderno, con muchos computadores, teléfonos celulares, internet. Donde, al parecer, aún se piensa que las mujeres somos entes secundarios.
“Vergonzoso” dijo el Sernam y enumeró otro tipo de violencia: El spot de la mina en pelotas para vender cervezas, ganar 30 por ciento menos que ellos a pesar de hacer lo mismo. Peores pensiones, castigo a la maternidad, más pobreza. “ Es culpa de las minas”, escuché en la boca de un idiota. “Es horroroso”, me dijo otro, que entendió.
Por favor no me pregunten por qué soy feminista. ( Aunque no milite)
Nos sobran los motivos, dice Sabina. Claro que para algo más romántico que esto.
Ella no pudo pronunciar ni una sílaba ensangrentada,
pensar un sentimiento, enhenbrar una frase.
Responder tal muestra de amor.
Los hijos volverían del colegio, y no tendrían qué comer.
Los porotos alimentaron la alfombra y el suelo. De rabia.
Ella tragó espanto y devoró miseria,
mientras él, desde la puerta decidió volver.
Nadie vino a limpiar.
Nadie preguntó nada.
Cuando los porotos hicieron su declaración
de cómo él siguió expresándole su devoción,
ella ya era un número, en una lista,
de mujeres muertas de amor.
Ya van 13 en el año. Una por semana. Se suman un carabinero y un pariente que intentaron defenderlas. Pero el amor es más fuerte.
Y van a ser más.
Durante el año pasado, la lista llegó a más de 40, seis mil denuncias al año de golpes bajos fue el segundo plato. Las que no denunciaron, fueron el postre y no se sabe cuántas son. El anonimato siempre es el acompañamiento.
Ellos juraron quererlas, amarlas, respetarlas y ‘hasta que la muerte nos separe’. Parece que no entendieron que ya hay divorcio, si es que se querían separar de ellas.
Contradicciones de un país moderno, con muchos computadores, teléfonos celulares, internet. Donde, al parecer, aún se piensa que las mujeres somos entes secundarios.
“Vergonzoso” dijo el Sernam y enumeró otro tipo de violencia: El spot de la mina en pelotas para vender cervezas, ganar 30 por ciento menos que ellos a pesar de hacer lo mismo. Peores pensiones, castigo a la maternidad, más pobreza. “ Es culpa de las minas”, escuché en la boca de un idiota. “Es horroroso”, me dijo otro, que entendió.
Por favor no me pregunten por qué soy feminista. ( Aunque no milite)
Nos sobran los motivos, dice Sabina. Claro que para algo más romántico que esto.